martes, 19 de abril de 2011

Sincero

La sinceridad en el diario, como en Renard, es necesaria. Hoy sucedió algo imprevisto. Queda uno con G en Mieres, en el café La Violeta, tras mucho tiempo, y hablamos de esto y de lo otro. "Cambia de música", me dice minucioso a propósito de mi diario. "Solo hablas de cafés, de los libros que estás leyendo, que recuerdas tal verso o tal otro, de tal o cual enamoramiento, de lo feliz que eres", añade sin dejar de dar puntada. "Tienes razón". "Pero uno va incorporando", le digo, "cosas novedosas al cuaderno, solo de cuando en cuando". "En breve irán apareciendo cosas originales"-le miento. Hablamos amigablemente de esto y de lo otro, como digo, y recordamos viejos tiempos. Me recomienda al autor estadounidense Georges Saunders, que tendré muy en cuenta de ahora en adelante. Lo dejamos ahí, y me marcho con la mente puesta en Schopenhauer. Él decía que la tarea del escritor no es narrar grandes acontecimientos, sino hacer interesantes los pequeños. Ya en casa, con la lluvia fuera, me acuerdo para variar (y dando la razón a G) de X, y de la frase que le improvisé esta tarde: "Tus labios rojos son la utopía de unos cuantos mortales". Y no le falta a uno razón.

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