viernes, 8 de abril de 2011

L.

Apenas lleva uno cuatro días de "verano" adelantado y ya echa en falta el invierno. No el tuyo, lo ha dicho uno alguna vez, pues ya lo he olvidado. Qué raro es, en todo caso, ver este panorama a estas alturas de Abril. Subo por las escaleras mecánicas de Llamaquique y es pisar otro mundo, como estar en otro planeta. Bajo hasta el Milán y llego a la cafetería Titanic. Intento trabajar pero apenas avanzo en el relato. Escribir es, a veces, sinónimo de desasosiego: X me distrae, y he quedado con L. que llega más tarde de lo que debiera, para variar. Hablamos durante dos horas de esto y de lo otro, y brindamos por el instante. Me despido luego amablemente. Cuando ya está uno a punto de coger el tren de vuelta, de ir por su vía, aparece de nuevo, salida de la nada, L., y nos despedimos por segunda vez, soñando como el cercano caballero de La Mancha, con mundos mejores. Nunca es tarde.

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