jueves, 28 de abril de 2011

Los lugares persiguen al viajero que soy

Día raro. No sabes por dónde te va a sorprender. Uno va a ninguna parte. Abro al azar El jardín de la pólvora, y me encuentro con esta descripción que AT hace de MLV. Ya es una casualidad, y parece haber estado esperándome mucho tiempo: "Le envió su libro de poemas. Es muy joven aún, pero ha escrito ya cuatro o cinco libros. No ha cumplido todavía los veinticinco años. De esos libros, dos o tres son de poemas, y dos o tres más son de prosas y misceláneas. Es un joven brillante y, cosa que agradece sobremanera, no es un joven arrogante, no es presumido, no es vacuo. Piensa al recibir ese libro último en sus propios veinticinco años y en las ideas tan confusas que tenía entonces, en sus pobres versos, en aquellas prosas tan fatigantes. El autor de ese librito ha viajado por todo el mundo, ha leído, al menos en lo que él escribe, todos los libros y piensa que la carne es cualquier cosa menos triste" (...) "Entre sus poemas, este haikú, bellísimo le parece a él, que copia en una de sus libretas de hule negro. Se ve en él que las palabras son como pequeños astros que orbitan solas, por una fuerza mayor, hasta quedarse definitivamente fijados a su sola y propia órbita. "Junto al camino / mi tumba está, la he visto. / No me detengo". Y piensa entonces en cuantos grandísimos poetas hubieran querido escribir ese poema. O este: "Cambia de sitio / con el viento la arena. / Así mi alma". Después, en el Yuppi del Rosal, con M., con X, y con Z, en el silencio de un monólogo. Z habla de que estuvo en Copenhague, en París (pero pasa de París), en Londres... ha estado en cualquier sitio que cualquiera se pueda imaginar. Uno ha estado a punto de decirle entonces que Astillero, la rue D'Hauteville, el Café Cires, la Calle Picasso (todas ellas) persiguen al viajero que soy, pero acaso no lo entendería. X, por contra, se derrite en amabilidades, y coincidimos al charlar de la red social, que M. detesta (y su insistencia durará). Charlamos de esto y de lo otro. Menciono el recital de Valdedios. M. me indica los poetas seleccionados, entre ellos, S. -¿Es tu novia? -No, no lo es. Tiene diecinueve años. -¿Es muy vieja para ti? -Cierto, es excesivamente vieja, añadí por último antes de marchar. De regreso a casa piensa uno, bienhumorado, en su nuevo libro de poemas, y se siente feliz como tu risa, que no sabe despedirse.

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