miércoles, 29 de septiembre de 2010

Muerte en el olvido

Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo también soy sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
-oscuro, torpe, malo- el que la habita...       

(Ángel González, Palabra sobre palabra)



"A pesar de todos mis esfuerzos, vuelvo siempre hacia ti; y mis ideas, que desearía fijar un momento en otros objetos, me presentan sin cesar tu imagen. Me parece como si mi existencia estuviese ligada a la tuya, como si no me encontrase por entero allí donde tú no te encuentres. Todas mis facultades quedarían perdidas si no te amase. Pero si me ordenas que te evite, olvidaré la hoja nueva. El sol de primavera y los días de estío serán para mí como las nieblas con que termina el año, como las noches sombrías del invierno. Estaré solo en medio de los pastores, como si viviese abandonado en un país estéril; mudo en medio de sus cantos; y me alejaré de los sacrificios y las danzas, a fin de no importunar con mi tristeza a aquellos que todavía pueden estar alegres".      

(Étienne Pivert de Senancour, Obermann).

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