lunes, 28 de marzo de 2011

Contador de días

Sucede que empiezan a contar los días. Los lunes son dudosos. He trabajado en mi próximo relato pero las líneas no llegan y me percato de que tardaré en hacerlo más de lo que pensaba. Estos días es difícil concentrarse. Llevará por título La ventana misteriosa. "¿Es de miedo?" -estoy seguro de que me preguntará X- "No, no lo es. Te gustará" -responderé entonces. Últimamente uno se cerciora de que mi relación con X es más cercana de lo que era. Es una sensación hermosa, y eso le llena a uno de una ilusión irracional. Luego, un gran paseo por la ciudad junto a J. L. S., al que noto agotado. Me regala Hombre sin descendencia, el libro de poemas de Braulio Ortiz Poole. "No tenía que haber bajado", me comenta. "Estoy que no me tengo". A su marcha compro un libro más que aceptable, Los fantasmas de mi cerebro,  del gran escritor catalán José Mª Gironella. Son una selección de más de ocho mil folios, según nos advierte el autor -reducida a solo unas trescientas páginas-, en las que se incluyen cuentos, crónicas, algún artículo periodístico, conferencias y textos sueltos. Al curiosear un poco me encuentro con "Mi casa, la isla, la ciudad", en donde dice: "Cada día he de bajar a la ciudad (Quieren que ande, que camine). Conozco a  ciegas el itinerario. Conozco una por una las losas de las aceras, los baches; sé que al doblar tal esquina oleré a pan, que al doblar tal otra oleré a gasolina. Es como si caminase sobre mi memoria". Me reencuentro con el sol de la mañana que piso, y soy más o menos feliz. Sigo con mi rutina de trabajo regular, respetando la cita de estos lunes agotadores, como diría mi amigo. Y pienso que llevar un diario es sentir sobre uno el peso de los sueños que faltaban.

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