miércoles, 8 de diciembre de 2010

Pura vida

Sales de casa acumulando dudas y la mañana tiene olor a café y a comienzo. Pronto, como a menudo, darás un largo paseo y atravesarás las calles grises del invierno buscando el cielo de la infancia. Se supone que nunca habrás de encontrarlo (la Ítaca lejana y misteriosa viaja dentro). Echarás la vista atrás mientras el mundo es un torbellino y verás los pasos de los viandantes dejando un rastro de cansancio camino de sus casas. ¿Cuándo fue que nos invadió la melancolía al asomarnos a la ventana y mirar parpadear a la vida; intuir la luz, las nubes, los mares, las montañas primigenias? ¿Cuándo fue, sobre todo, que las horas se deslizaban y nuestros corazones soñaban futuros imperfectos? ¿Cuándo fue que aprendimos a vivir, entre búsqueda e interrogante, preguntándonos qué color tendrá la vida?. Hoy que es siempre, voy a tu encuentro, impaciente, sin saber realmente si acudirás al lugar acordado. Pero casi puedo abrazarte, oír tu risa imparable. Estamos vivos.


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