Sales de casa y te encuentras una de esas mañanas de noviembre, silba el viento dentro de ti, el manto blanco en las montañas, el olor a tierra mojada, la urgencia del cielo, un brillo que a lo lejos sonríe, el mundo que pasa, cargado de certidumbres y esperanza. “¿Y la ciudad?” se preguntaba García Montero. “Abierta de luz, cuerpo tendido, ha cambiado de piel en la ventana”.
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