Amanece en Oviedo. La calles me reciben sin ninguna exigencia. Pasan los transeúntes, sin interrupciones, como autómatas disparatados. Un sol grande y luminoso, como una sonrisa. Tomo café en La Corte, como de costumbre. Me acompañan las Greguerías de Ramón Gómez de la Serna, editadas por La Fábrica (2oo9). El porvenir quisiera disfrutar el mundo y ser pasado pero aún está por venir, dice una de ellas. Llega José Luis Sevillano, hablamos de certámenes y libros futuros. Me regala una antología de Malcolm Lowry, seleccionada y traducida por Juan Luis Panero. Luego café con García Martín en el Colonial, mientras reflexionamos sobre la dicha de unos y otros. Al volver a casa, aunque han pasado unas cuantas horas desde que los leyera, unos versos de Saray atraviesan mis sienes para no quedar en el silencio del olvido: “A veces, / lo reconozco, / me gusta estar sola, / porque de saber / que no te tengo, / ni me tienes, / ni nos podemos tener, / no hay mejor soledad, / que la vivida con tu recuerdo”.
Espero que te guste Lowry.
ResponderEliminarAbrazos
Lo he leído en el trayecto, y me ha encantado. Muchas gracias.
ResponderEliminarY en las calles de Oviedo... ¿te acompañan los recuerdos?
ResponderEliminarUn beso Miguel
Siempre me acompañan, viajan conmigo. Pero solo guardo en mi memoria lo que tiene un valor para mí. Él resto lo olvido rápidamente...
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