lunes, 21 de noviembre de 2011

Sísifo

Lo confieso. Nunca me gustaron las despedidas, y no me despido. Pero como Sísifo en un futuro perfecto sí abandono mi piedra al pie de la montaña. Mientras cruzo la ciudad observo el horizonte. El recuerdo ronronea como un gato entre mis sienes. El sol, que es amable, me comprende, y los transeúntes pasan con urgencias. No te voy a mentir. La utopía se encuentra a un puñado de pasos (no solo yo lo veo) y uno no logra alcanzarla. Mas camino sin pasos dudosos que es bastante. Vuelvo a ser feliz charlando sin sintetizar en clase (uno nunca aprende), con cada sms de mi amiga A. (me gustan mucho, ella teje siempre conversaciones frágiles, necesarias para el invierno, y compartimos referentes), o con una sonrisa que encierra todas las sonrisas. El horizonte del que hablo sabe a Paraíso Perdido y a versos de Neruda. Porque aún queda todo por hacer. Despliego las velas de mi barco y mis versos son el mástil de proa que luchará con el ir y venir de las olas. Buscaremos otro mundo posible y quizá más justo; o simplemente tus ojos un sábado de mañana, que me trae certezas.

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