jueves, 3 de noviembre de 2011

JRJ y sigo viaje

Seguimos viaje, cada cual con el suyo propio. Y el sol, que me comprende, centellea entre las grietas de mi ánimo y me dibuja una sonrisa en la cara a pesar de esta maldita tos. "No es para tanto" me dice, agradable y luminosa, mi amiga Alba. "Lo que ocurre es que estoy dopándome más de lo que debiera", añado yo. En el fondo soy un privilegiado. Se me ocurre el disparate de contradecir al maestro Juan Ramón en las clases de hoy: "Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros / cantando. / Y se quedará mi huerto con su verde árbol, / y con su pozo blanco". Todo es efímero, todo es fugaz. Tal vez nos vamos de nosotros mismos, pero siempre queda -como te dije- una luz, un grifo abierto, la sombra de una puerta mal cerrada. Hago balance, de regreso. Tengo, al menos, 50 lectores crecientes que no cambiaría por ningún libro indómito (me echarían de menos si yo me fuera). Tengo un amor que ya no tengo y algunos amigos verdaderos e incitantes. La tristeza me queda floja como ropa que no me pertenece. Salgo a buscar el paraíso perdido leyendo a Gioconda Belli y trato de encontrarte, con mi calma urgente, entre supernovas luminosas por las que orbitan mis sueños. Sigo viaje, como digo, entre arrecifes de sombras y miradas desafiantes. En busca del Centro de la Tierra. Y de tu recuerdo. Nunca es tarde.

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