miércoles, 2 de noviembre de 2011

Marcelo

Se despierta uno pensando en la amabilidad de X y en sus sms que uno echa en falta más de lo que debiera. Esta peculiar sensación la tengo, por supuesto, muy a menudo. Sé que nos conocemos de poco. Y sé que tal vez en otro multiverso seríamos grandes amigos. Tal vez. ¿Y por qué no en éste? Alivio, tranquilidad, sosiego, paz. Llego a Oviedo, al café habitual y me siento en mi silla favorita. "Literatura es ver las cosas a través de una cerveza fría", calibré hoy. "O con café", añade Marcelo -lo sabe todo-, como un mantra. Con ello me recuerda que uno acostumbra en los últimos tiempos -¿días?, ¿meses?- a escribir con café. Día sí, día también. Mi amigo Marcelo está muy atento a este tipo de cosas. Marcelo es para los bares lo que Elvis para el rock. Una vez cambió un abrigo de cuero por seis cervezas. ¿O no era Marcelo? Buena pregunta. Uno tiene propensión en las horas muertas a recordar cosas imaginadas a ciencia cierta o aquellas otras decoradas convenientemente por la euforia. Se encuentra uno en el café La Corte, como digo, desde donde observa, con nitidez, todo Oviedo lleno de Oviedo, siempre y a todas horas. Oviedo huele a café y a futuro. También a cerveza compartida. Miro pasar los coches rezagados y desvencijados de Uría. Multitud, soledad (como dijera Baudelaire), términos equivalentes, y equiparables para el poeta activo y fecundo. Quien no sabe poblar su soledad, tampoco entiende de andar solo en medio de una muchedumbre ajetreada. Pienso al final de la tarde, sobra decirlo, en X, lúcida, amable, enigmática, encantadora, mientras doy tumbos en la oscuridad. Pero eso ya es otra historia.

1 comentario:

  1. Está bien está sensación de haberse convertido en un personaje de ficción...

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