jueves, 10 de noviembre de 2011

Tiempo

Como en la película de Rod Taylor basada en la novela de H.G. Wells, The times machine, me gustaría salvar a Weena de ahogarse, asaltada por el mar y la indiferencia. Charlar con ella del mundo hasta altas horas, de la paz y su equilibrio, de las relaciones entre unos y otros. Ella me comunicaría más que cualquier otro ser vivo. Encenderíamos una hoguera y miraría a sus ojos que arderían en mi pecho. Quisiera tanto ser un eloi, aprender que uno lleva dentro un coraje que está trastabillado y se muere por ver luz. Me recibirían hospitalariamente en mi primera visita y lucharíamos codo a codo contra los Morlocks fotófobos e implacables sin ser salvadores sino futuro, y esperaríamos una nueva aurora, invencibles, entre brindis y guirnaldas. Recuperaríamos un rastro de la infancia primigenia, de memoria, habitando nuestro presente. Les hablaría sabiamente de teléfonos móviles, voces de contestador, ordenadores, motores de búsqueda y abriríamos ventanas a la esperanza. Sin embargo, cuando miro alrededor, me atraviesa la flecha del tiempo como un lamento. Hoy no soy Rod Taylor ni tú mi Weena (no pude decirte nada). Pero, olvidado de horarios, no soy muy distinto al protagonista, tengo todo el tiempo en mis manos para vivir contigo. En ti respira el mundo.


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