Si encontráramos Ítaca
tal vez el mundo sería más justo,
detendría su tráfico implacable
y coincidiríamos en decir
que hay tantos sueños
subyugados a nuestras sienes,
como promesas ciertas.
El sol sería el de los días mejores,
no habría viento caprichoso
y la luna se afilaría con versos
prendidos en la madeja de tu pelo.
Si fuéramos a Ítaca, en nuestra huida,
no necesitaríamos
mirar por los barrotes del aula
con mirada a la deriva
a los restos del naufragio.
Habría rumor de Lorca o de Quevedo
y subiríamos dos veces
a la misma noche
más allá de la vida.
Y te conformarías entonces
con el brillar del relámpago
que alumbraría nuestros rostros
como luciérnagas en tu pecho.
Quizá viajemos a Ítaca, algún día,
con la maleta a medio hacer,
tú dormirás en el asiento del copiloto
con tus sábanas de luz,
y aterrizaremos ilesos
con aliento nuevo y renovado.
Sé que iremos a Ítaca
con tu risa que es pasaporte y visado.
No quisiera que me amases
con el desconocimiento
de la selva inexplorada
ni que mi sombra se abrigue mecida
por el bienestar de tu llama.
Solo quiero que me acompañes un rato
para escuchar el latir de las horas.
Iremos algún día a Ítaca. Algún día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario