martes, 29 de noviembre de 2011

Ítaca

Si encontráramos Ítaca

tal vez el mundo sería más justo,

detendría su tráfico implacable

y coincidiríamos en decir

que hay tantos sueños

subyugados a nuestras sienes,

como promesas ciertas.

El sol sería el de los días mejores,

no habría viento caprichoso

y la luna se afilaría con versos

prendidos en la madeja de tu pelo.



Si fuéramos a Ítaca, en nuestra huida,

no necesitaríamos

mirar por los barrotes del aula

con mirada a la deriva

a los restos del naufragio.

Habría rumor de Lorca o de Quevedo

y subiríamos dos veces

a la misma noche

más allá de la vida.

Y te conformarías entonces

con el brillar del relámpago

que alumbraría nuestros rostros

como luciérnagas en tu pecho.



Quizá viajemos a Ítaca, algún día,

con la maleta a medio hacer,

tú dormirás en el asiento del copiloto

con tus sábanas de luz,

y aterrizaremos ilesos

con aliento nuevo y renovado.



Sé que iremos a Ítaca

con tu risa que es pasaporte y visado.

No quisiera que me amases

con el desconocimiento

de la selva inexplorada

ni que mi sombra se abrigue mecida

por el bienestar de tu llama.

Solo quiero que me acompañes un rato

para escuchar el latir de las horas.

Iremos algún día a Ítaca. Algún día.

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