martes, 31 de enero de 2012

Maneras de llegar a un libro

Son las cuatro menos cuarto de la tarde. Sigo con Julio Llamazares: "-¿Cómo dice? -Digo que tiene buena vista. -¡Ah!-exclamó el viejo, entendiéndolo al fin y sonriendo-. No crea. Es que ya me lo sé prácticamente de memoria. Y le enseña al viajero la fecha del periódico: 4 de agosto de 1981. -Lo dejó aquí el panadero y, desde entonces, lo leo todos los días". Cierro el libro y yo también me siento viajero mientras saco mi cuaderno y tomo algunas notas tras ojear El río del olvido. Hay libros que siempre vienen de la mano de alguien cuyo nombre queda impreso en nuestra retina, con letra invisible para los demás pero indeleble para nosotros, por hacernos estar menos solos.No sé cómo contarte. Suben las almas y baja el coste de una herida. Pero te leo y te recuerdo a todas horas al pasear mi cuerpo sin pánico escénico por las calles y por los horizontes inconclusos. Vivimos -lo sé ya- rodeados de miedo, un miedo que nos paraliza y nos atenaza. Ya ves: el viajero hoy te busca como un reto, ávido de promesas pertinentes. Todo va a ir bien. Qué diablos. La batalla definitiva aún no ha llegado, y me sé privilegiado con mis dudas, feliz, despreocupado, cierto, febril y lleno de una vida que, a veces, no cuenta conmigo. Pues bien, que las luciérnagas amarillas nos protejan en tanto empeño.

lunes, 30 de enero de 2012

Hasta que Casandra nos separe

Aún, airados, estamos a tiempo

de encender las antorchas

como enciendo mi pecho al verte,

como una dalia inimitable.

Dentro de poco te sentiré

de aula en aula

nadar en los pupitres más selectos,

tu nombre secreto en la pantalla del teléfono,

y me refugiaré, ahuyentando miedos y disfraces,

en un rincón de nuestro invierno.



Dentro de nada

nos arrastrará la marea hasta el café

aquel que escogimos

para restaurar los recuerdos,

para contar aquello que es sombra

y despertar al dinosaurio que ahí sigue,

con el dulce tintineo de tu risa.



Huérfano, lo siento así, el mundo

nada sabe del amor

si no se refleja en nuestros pasos.



A veces te dará por pensar

que estamos a tiempo, solos tú y yo,

de ser otros, lumbre ardiente,

con tu piel vestida de carnaval y madrugada,

hasta que lleguen las visiones

y los malos augurios,

hasta que Casandra nos separe.



Aunque todo tiene remedio.

Nada está perdido mientras tu taxi se detenga

sabiendo que estamos vivos, a pesar

del apocalipsis, los desastres, tanta espera.

sábado, 28 de enero de 2012

Ella estaba loca

Qué raro es todo algunas mañanas tendidas como ésta. La mujer, el encuentro con la mujer, culta de sus culturas, que me salva de nada. Quedo con X con cierta frecuencia pero hoy, con absurdidad, me confesó, con cierto grado de institucionalización, que está loca, pero que trata de ocultarlo. A mí me recordó a uno de los relatos de Juan José Millás, dicho sea de paso. -Pero, no es posible, mujer, le respondí. Si pareces una mujer con cierto equilibrio y una vida ordenada. Si no sueles farolear y lo que dices es verdad, yo lo habría notado. -Además, si uno aspira a ello, solo los locos no saben que están locos, añadí, con atención y ensimismamiento. Dije: -A mí no me importa, si sigues disimulando, por supuesto. Le desee lo mejor al marcharme de aquel café. La puerta sin puerta está abierta para todos, sea perfecta o imperfecta. Loca o no loca. Hubo un tiempo en que Joan Margarit se sintió Ernest Hemingway. Hoy yo quise, simbólicamente, sentirme Juan José Millás. Quizá es como ella dice. O quizá todos estamos un poco locos, espectadores y víctimas. No sé. Quién sabe. Ser claro y difícil, indefectiblemente. No hay otro camino.

viernes, 27 de enero de 2012

Desván inmenso

Hay carreteras / y amores sin sentido. / Sobrevivamos.

Llego a Madrid / o llego a Santander. / Me siento en casa.

Te has ido ya. / Aquellos que quisiste / nunca contestan.

Hoy soy la lluvia / que envuelve tus pisadas / con terquedad.

Ser natural, / sentir como quien mira / feliz, y no.

Lo sé. Se va. / Un viento leve pasa, / y en nada pienso.

Por la costumbre / el hombre silencioso / me sigue siempre.

De entre los trenes / prefiero los que pasan / una frontera.

Caer del sol. / Gira sobre el café / y se disuelve.

En la ciudad / ocupa tu recuerdo / cualquier hotel.

Una muchacha / pasa a mi lado, efímera. / Culpa que abriga.

Uno pregunta / si el amor, como espejo, / será implacable.

Entre mí mismo / y el mundo, una barrera. / Conversación.

En la memoria / amor, ciudades, libros. / Desván inmenso.

jueves, 26 de enero de 2012

Y a mi mundo lo llaman burbuja, ¡olé!

Transito por el viejo café. Algunas frases con prisa, que me sé de memoria: "El desayuno es el idioma del poeta". "Quizá las mejores citas suceden cuando estamos más despiertos o puede que no sucedan nunca". "Tu miedo, que ya no me pertenece, vive sin darme conversación". "Los noes de la boca sirven para afirmar lo que se negaba". "Hay mujeres que son una costa fantasma y otras muchas que son palabras decisivas". "Aprende que la soledad también es un desorden".  Continúo con la reescritura de mi viejo libro de poemas. Confieso que, alegría adentro,  tengo ganas de dárselo a mi amiga A. Ya hemos escrito bastante aquí. Paso a otras dudas. Decimos: tiene los ojos despreocupados y camina a zancadas, la llamamos la crisis. Ya muerde los zapatos del banquero. La crisis brilla sobre los escaparates y los mostradores. No sé si se habrán fijado ustedes. Una crisis implacable, una crisis pública, la eterna crisis de nuestra España que se derrumba, de nuestras clases medias y profundas. Con mucho menos Ernesto Sabato hubiera hecho La resistencia. Quién sabe. Vuelve la crisis aunque quizá nunca se fue. Pero, a lo que íbamos. Maldita sea, no sé sintetizar. Sigo con la reescritura de mi viejo libro como te digo / decía, entre las toses e inquietudes, y pensando en ti vestida de verano, con tu mirada navegable y tu piel repentina, tan shakespeariana. A veces uno piensa en lo que debiera contar de sí mismo, y en lo que no. El tiempo pasa, sin duda, callan los soles, y aún somos los de ayer, seguimos soñando aunque lleguemos tarde al fin del mundo, cómplices de un manojo de versos. Sabemos a ciencia cierta que los zarpazos también dejan deseos voladores, incomprensiblemente. Queda la certeza de tu desayuno audaz / fugaz que sí da sentido a la vida y a la Literatura ("Hay desayunos que son un espejo fiel, y otros que son cristales rotos", improviso soltando amarras). Y es maravilloso ser de verdad en esta época / épica. Pues vivimos.

miércoles, 25 de enero de 2012

El café es un horizonte igual que el orgullo y que las conversaciones

El viajero, solo ante su mesa de bar, bebe su taza recién servida, con amable, cadencioso ritmo. El viajero es tozudo, es terco, es pertinaz. Ha releído Escenas de cine mudo y El río del olvido, y le falta por leer, por primera vez (que es, con frecuencia, la mejor) La lluvia amarilla y Tras-os-Montes. La primera mirada es fundamental, dicen. "Los recuerdos -se afirma- no son más que carteleras, escenas de una película que se queda reducida a cuatro o cinco momentos". "Hay puentes, como fotografías -se asegura-, que parecen construidos para incitar a su contemplación". "Hay fotos, como recuerdos -se jura y se perjura- que nacen fortuitamente, y que por eso, precisamente, nos acompañan toda la vida". El viajero ama -solo lo afirman quienes lo saben- las viejas fotografías. Sabe que se necesita poco para sentirse e incluso para saberse feliz: tu mirada de niña perdida esperando a que llegue tu tren, el sueño de toda la vida, el tú y el yo, el hoy y el ahora, tu invierno tan primavera, la vida misma sentada en el sofá de mi casa, la sonrisa de un niño, las viejas constelaciones. El viajero piensa que no es mala su receta de la ventana en La Corte, abierta sobre cualquier paisaje. Viaja por ella muchas horas seguidas, como si estuviera enfermo y desesperado. Enero se va, quizás ya se ha ido sin que nadie se diese cuenta. Y el viajero prepara una nueva huida a un nuevo café en que ella entre como quien dice, y la tarde sea suya, y brille como un diamante perdido.



lunes, 23 de enero de 2012

Una mesa sin horas

Es verdad esta mañana, con los ojos heridos por un invierno de bajas temperaturas, que me trae el periódico y la hecatombe financiera. Pero me llegan también tus mensajes pacíficos, alas de mariposa palpitando entre mis dedos. Y me hablas, por propia iniciativa, de tardes como Dios manda y de palabras dulces. Son tiempos difíciles y extraños. La vida va y viene camuflada, cargada de proximidad. Pero, en la soledad del café, te he de confesar que pienso en tu mirada que arroja alguna luz y me reflejo en tu espejo presumiblemente fugaz. No se me olvida que el reloj marca el instante de tu encuentro, lo digo absolutamente en serio. Eres una muchacha extrañamente hermosa, como esas mujeres que salen en las novelas de Henry James. Clara y difícil. Ya se va uno haciendo a la idea. Abro entonces El río del olvido, de Julio Llamazares (ahora va uno en el tren) y es, desde luego, un libro extraordinario. "El viajero, mientras se aleja, piensa que un coche viejo es como un perro: se le coge cariño y siempre está esperando al dueño", dice casi al comienzo el autor de La lluvia amarilla. El viajero cierra el libro y se va, con su negra sombra, en busca de preguntas y respuestas. Lo dicho. El reloj marca el instante de tu encuentro, que nos une al futuro. Reservemos una mesa sin horas, de páginas en blanco.

domingo, 22 de enero de 2012

El lugar del crimen

Más allá de la sombra
te delatan tus ojos,
y te adivino tersa,
como un mapa extendido
de asombro y de deseo.
Date por muerta,
amor,
es un atraco.
Tus labios o la vida.

sábado, 21 de enero de 2012

Calendario de la memoria

"Lo que hace iguales a los hombres es su dolor, no su talento. Un hombre desesperado da igual que sea ferroviario o Cervantes; su desesperación les empareja; de ahí que los grandes estén destinados siempre a ser entendidos por los más humildes, por los más maltratados" (Andrés Trapiello).

viernes, 20 de enero de 2012

Los viajes del sueño

"Soy un viajero raro. Me gusta, por ejemplo, volver a los lugares en los que he sido feliz, eso que según todos los letraheridos jamás debe hacerse. Pues sí. Porque el aroma de la felicidad pasada es algo de felicidad y, además, qué mejor forma de sobreponerse a los recuerdos que sustituyéndolos por recuerdos nuevos?" Así comienza Martín López-Vega su Libre para partir, en su apartado "Memorias de alegría", y uno está de acuerdo en todo. Un poco de aquí y un poco de allá. Calles, olores, recuerdos que uno ha amado y ama pues, ya digo, esté donde esté, siempre estaré en esos lugares. Mientras duermo, mi corazón anda perdido por la Calle Rualasal, en Santander, presuroso y camuflado; o se va, navegable, al café d'Hauteville de París donde besamos a la vida besando nuestros labios, y después atraviesa el paseo de la Ría de Solía hasta llegar a la Travesía de Orense, en Astillero; o se sienta en la Plaza Cataluña, junto a las palomas, en una Barcelona hermosa y fría, que nos invitaba a guarecernos bajo su abrigo. "Mas, cada vez más honda conmigo vas, como un amor hundido, irreparable. A veces ola y otra vez silencio", se decía Gil de Biedma. Me entusiasma no olvidar los días de siempre, pensar en los días que vendrán. Sé que seremos otros y mejores. Las palabras escritas, como las dichas, se escriben con la tinta del café. Somos privilegiados. Pues vivimos.

Casandra

jueves, 19 de enero de 2012

Bienvenido, pasado

Pasado. Es un rumor torpe que se escucha. Quien escucha ese rumor escucha el espejismo.

Volvimos

Volvimos al viejo Instituto, ya sabes,

cálido refugio de nuestra piel.

Y contagié a la clase, vestido de Casandra,

la certeza fiel de saber dónde está cada abrazo,

cada aspiración.

Preparé la clase a conciencia

-despierto a deshoras-,

siempre es un placer llevarla en mi pupila.



Mi patria es mi infancia

y cualquier tiempo pasado

fue mejor, diría Manrique.

Estos días son largos y febriles.

Pero vendrán tiempos mejores, lo sé bien,

llegarán hasta nosotros

mientras la piedra hospitalaria

hace un alto en su labor,

al pie de la ladera,

y Sísifo prepara su huida

hasta tus brazos más despiertos.

Que el norte no se olvide de nosotros.



Vuelvo a mi futuro, a tu silla vacía,

aunque quizá nunca me he ido de aquí

con mi cara tan llena de ayer.

Pero traigo a lomos la crisis cansada,

la memoria más fiel y repentina

de la costa y del naufragio,

la belleza penútima,

tu jazmín como amnesia.



Por fin volvimos, a donde somos jóvenes

como quien dice, con el desafío de estar vivo,

rumbo al horizonte, y pensando en ti.

miércoles, 18 de enero de 2012

Allá donde has sido feliz

"Que a nuestro lado haya la misma mujer, el mismo reloj, y que la novela abierta sobre la mesa eche a andar en la bicicleta de nuestros anteojos, ¿por qué estaría mal?", así comienza Cortázar sus Historias de cronopios y de famas. Y es bonito porque es verdad. Y no estaría mal. Como tampoco lo estaría, no lo duden, regresar a aquellos lugares donde uno fue feliz, símbolo de lo fugitivo, a aquellas mañanas de escarcha que tiemblan como un candil entre la nada. "También viajar es recordar a veces. Y ver volver. Verse", se decía el poeta. Cuando miramos el pasado estamos mirando dentro de nosotros mismos. Nos fuimos, es verdad. Y así y todo, ahí están los días de Astillero, en el jaleo del café, entre besos sin origen ni destino, o disfrutando de las callejas con Serrano de fondo, cantando cualquier cosa. No es tan grave esta soledad. Nos vamos siempre con la promesa de volver a su debido tiempo. Y tal vez no volvamos nunca, más que en sueños, para tener largas charlas con rostros conocidos, alzar nuestras copas entre guirnaldas y brindar por los días que se fueron.

domingo, 15 de enero de 2012

El reloj

"Cuando el reloj entró en la casa, su dueño le dijo:
-Mira reloj; en esta casa todo el mundo hace lo que le da la gana. Te lo digo para que no seas bobo y no te prives. Tú, con estarte ahí pegadito a la pared y con mover tu péndulo de un lado para otro, ya cumples. Si tu hora no es exacta, no te preocupes" (Camilo José Cela).

sábado, 14 de enero de 2012

La pequeña verdad

(Anotado ayer.) "Hay que recordar... Hay que recordar... Más alto, por favor. La música, digo. ¿Puede estar un poco más alta? Así, así... Sí, me acuerdo, me acuerdo muy bien. Esos que cantan son el Trío Calaveras, y la canción, un bolero, se llama Caminemos". Así comienza El viaje a ninguna parte de Fernando Fernán-Gómez, un libro, digamos, con muchos alicientes, que compro a mi amigo Néstor. A veces lo viejo es nuevo todavía. "Son dos euros", me dice el librero. Mi tendencia a decir siempre la verdad y el hecho de pensar que este libro no tiene precio, me hace murmurar: "No, creo que son tres euros en lugar de dos". El dependiente, pasajeramente, no paró de agradecérmelo y, por unos momentos, el mundo no se agrietó por los cuatro costados. Son razones, pequeñas razones que te reconcilian con el mundo. Luego, haciendo balance de la semana me da por pensar que hay dos batallas que son cada vez más difíciles: escribir un buen poema, y tomar un buen café con una mujer. Son una especie de utopía disparatada. Y, en ambos casos -pienso-, se conversa y se siente la vida con palabras semiolvidadas. Yo sigo esperando. Nadie existe sin un café que le avale. O sin unas palabras decisivas. Seguiremos en esa lucha, pues, de escribir buenos poemas, de tomar con mujeres buenos cafés de contagioso optimismo y charla amigable. A ver si la mantengo. Quién sabe. Muchas veces la poesía y las mujeres juegan a la imaginería del despiste como quien saca una espada. Nunca sabes lo que te vas a encontrar. Ya llego a casa con un aforismo de Alberti entre las sienes que bien pudiera haber firmado Luis García Montero: "En los zapatos de mi infancia duerme la arena ardiente de las dunas". Las tres de la madrugada. Tu nombre arde y arde. Debo tratar de dormir.

viernes, 13 de enero de 2012

La vida misma

Como Andrés Trapiello, confieso que hace tiempo (va ya para dos años) que llevo este diario íntimo, este trasunto de vida. Aunque no me resulte fácil, acostumbro a anotar con cierta regularidad los sucesos habituales, la riada de instantes cotidianos, darles esa grandiosidad que merecen, con vigilante coherencia y carga poética como hacen los autores a los que admiro. Explora uno, dicho sea de paso, sus sueños, sus ilusiones repentinas. Uno es, para decirlo con don Luis García Montero, el secretario de sí mismo, el que ordena el relativismo y la distancia (no siempre el protagonista de aquello que se escribe es uno mismo ni como uno mismo). Escribo cuentos, reseñas, preparo libros con mis poemas sentimentales, y aquí aparecen ciertos borradores deslavazados donde la gente entra y sale con pasos pacíficos. Como es sabido, la puerta está abierta para todos. Un diario es, más o menos, un hogar hacia la plenitud. Según Trapiello / uno mismo: "Sería absurdo obligar a nadie a que nos hiciera la visita ni retener a nuestro lado a quien se quiere marchar porque el que no quiere ir, nunca estará, y el que dice que se va ya se ha ido". Los leales y los adolescentes, la noche y la alegría, los insomnios y los deseos. Todo tiene cabida en este cuaderno de páginas en blanco. Al finalizar la tarde me acuerdo, para nombrarte, de tu sonrisa alógica que araña las ventanas y es uno de los míos. Mañana no será lo que Dios quiera.

miércoles, 11 de enero de 2012

Día mágico. Nuevo horizonte

El 2012 me trae, de primeras, dar clase en el IES, que me reconcilia conmigo y con el mundo. Una clase es un estado de ánimo y uno, qué diablos, a ratos es feliz como ya conté. Mi miedo a no saber sintetizar me lleva a ir preparando, desconcertado y torpe, con prisa cansada, algo de la clase del lunes. Cita imprescindible. Jorge Manrique, el Romancero, La Celestina. Todo un placer en medio del invierno. Jorge Manrique convive de alguna forma con nosotros (les diré a los alumnos), todo el mundo lo cita y lo recuerda, está en las conversaciones más tardías: "Nuestras vidas son los ríos / que van a dar a la mar, / que es el morir", se decía. Comienza un nuevo año. Y cada comienzo trae un estado de ánimo en estos tiempos difíciles que dicen que vivimos. Trae también dichas que volveremos a habitar, otras que transitaremos por primera vez, humanidad, los últimos abrazos, nueva luz en nuestros ojos. Bienvenido, año. Venceremos a todos. No seré yo quien diga miedo. Nos esperan grandes cosas. Seremos otros y mejores. Caeremos en la cuenta de que seguimos vivos y saldremos de nuevo a las calles por el camino corto, tratando de encontrarte.

lunes, 9 de enero de 2012

Una piedra en el corazón

Es agradable encontrarse en el Café Central de Gijón, con su triste belleza, intacta para el tiempo. Dejo lo frenético del viejo Madrid, me encamino a la calma de la lectura, y siento algo parecido a la felicidad, porque uno, como casi todos, a ratos es feliz. Decimos: "Todo corazón es secreto. Por otro lado los relojes no tienen corazón". Estoy terminando de leer Cajón de sastre, de Cela. Es el primer libro de Cela que leo. Asegura él en su prólogo lo siguiente: "En el Cajón de sastre -como en la mesa revuelta, título de otro libro mío de análogas y modestas lindes- cabe todo". Está plagado, en efecto, de fragmentos autobiográficos descritos de manera fresca y fragante: "El escritor piensa, con una honradez sin límites, que dos o, si ustedes quieren, tres mil libros son bastantes para saber las cosas que necesita saber la gente del montón". Este otro se me queda grabado casi sin que me dé cuenta: "Ya que no ser, aparentar. Ya que no cenamos, vayamos al café. O bien: finjo, luego parezco; parezco, luego para algunos soy; soy, luego sin duda alguna, existo. Todo es cuestión, realmente, de darle vueltas". Son muchos los registros de un hombre que sueña. Cela es un profesional de la lírica. Me recuerda, en este sentido, a Umbral (aunque con Nobel). Dice X que, en mis anotaciones, no paro de mencionar a Cela y a Umbral, que me lo tomo muy en serio. Pero es que son dos pesos pesados, sin arbitrariedades ni contradicciones. No hay literatura sin Cela ni Umbral. Para terminar el día, hago un homenaje a este último, bajo el título "Una piedra en el corazón": "El corazón. Por fin / una piedra en el corazón. Y basta. / Me miro hacia dentro. / El corazón nunca se vuelve / de piedra con el tiempo / (si acaso el tiempo le hace / aún más corazón). / Y uno va sintiendo el corazón / como un lago íntimo y revelador / en el que, de improviso, / cae una piedra de silencio y peso".

Esa ventana abierta

El escritor, por lo que sí o por lo que no, deja volar la vista desde su café.

domingo, 8 de enero de 2012

Sueño involuntario

Sueño castizo: estoy recorriendo la calle de Sagasta próxima a la boca de Metro de Bilbao donde compro Nuevo viaje a la Alcarria, de Cela. Vuelvo sobre mis pasos y entro en "La Tarde Libros", situada en Malasaña. Queda muy literario exiliarse en un sueño, y mis ojos ven más que los ojos humanos. Reanudo viejas amistades: Dostoievski, Vallejo, Cervantes, Quevedo, Thomas, Neruda, Joyce, Bloy, Arlt, Martí. Allí sueño que compro El río del olvido, de Julio Llamazares. ¿Cuántas veces habré hecho un trayecto como éste? ¿Cuántas veces, con mi carga de ilusión y desasosiego, me habré acercado en sueños a un lugar desconocido para pasar ahí solo unos ratos, preguntándome , cómo sería todo, qué gente conocería, qué regalos imprevistos me reservaría el azar? El encuentro con Julio Llamazares no sucede nunca sin consecuencias. Siguiendo con mi ensoñación -concentración de mil sueños en uno solo- me tropiezo contigo, espontánea y viva, y comentamos algunas de sus notas deshilachadas, mientras tomamos un café y un agua con gas: "Mi pasión viajera ha hecho nacer en mí una particular mirada del paisaje" (recito Escenas de cine mudo). "Andamos por la vida sin destino", dices que dice, aunque no estás muy de acuerdo. Es ya la alta noche, la misteriosa y rumorosa alta noche. La luna vuelve al trabajo, y nos lleva en volandas. Me despido de ti y tú sigues tu camino de nieve a donde todo termina. Se sueña, siempre y a todas horas, con los ojos abiertos. Quizá por la misma posible e imposible razón por la que se ama con los ojos cerrados y la voz en suspenso. Estemos donde estemos, tengamos lo que tengamos, siempre preferimos recordar lo que pasó ayer, hace una eternidad, lo que perdimos, o lo que no pasó nunca, en vez de disfrutar de las monedas del presente, que es donde vamos a estar el resto del tiempo. Sigo viajando y me deslizo, ya solo, por el asfalto como hacen los esquiadores acuáticos. Así de raros son los sueños. Otras personas viajan del mismo modo en dirección opuesta. Rebosan misterio y se ignoran. Otras van montadas en sus coches. El asfalto está lleno de viajeros que se resisten inexplicable y tercamente a encontrarse. Cuando la vida nos hace sonreir de amargura, cuando nada importa y todo es repetición de todo, vuelvo, en silencio, a la busca del río del olvido, a esa otra vida paralela, como se dice ahora. Paralela de mi vida.

sábado, 7 de enero de 2012

Lo de la crisis

La anotación diaria de aquello que pasa (y de lo que no pasa) es, en limpio, mi obsesión de cada día. He sido y aún soy un gran lector de diaristas íntimos. La lectura de tanto memorial quizá me ha hecho memorialista, que no sé. Pero, ya ven, entre Cela y Umbral está la cosa, últimamente. Con lo que está pasando, con la que está cayendo, y uno escribe algo, cualquier cosa, lo que sea. Como dijera Goethe, solo entre todos los hombres se vive lo humano. Bien, entonces, solo entre todos los humanos se vive la crisis. Comentaba en su día Laín Entralgo que "España es un país de clases medias". Y eso parece quedar demostrado en estos tiempos convulsos que corren. Qué sé yo. Aunque yo -siempre lo he dicho- sigo pensando que no todo está perdido. Me vienen ahora a la mente unas líneas (vuelvo a abrir el libro y las rescato) de André Maurois sobre un libro de Sorokin, profesor de Sociología en Harvard, donde se dice: "La crisis de nuestro tiempo. La tesis de Sorokin es que nuestra civilización no está moribunda, sino en vías de metamorfosis; que crisis similares, en China, en la India, en Egipto, en Judea, en Roma, se produjeron sin catástrofes irremediables, que el mal es un síntoma conocido, clásico, del paso de una a otra civilización". Cierro el libro. Sí, me hago mucho Umbral, mucho Cela, es cierto; pero no puede llover a gusto de todo el mundo. La crisis se descubre en lo humano. Y el odio y el miedo y el cinismo colectivo y la confusión y la represión y la incertidumbre y la ambición también son humanos. Yo no sé si hay España, pero lo que sé es que en la Historia ha habido varias docenas de españoles cojonudos (Francisco Umbral).

viernes, 6 de enero de 2012

Maravillosas ocupaciones

Qué maravillosa ocupación ser abrazo abierto, la memoria más fiel, el lagarto que huye en aparente soledad, el afán de llamar a las cosas por otro nombre, el hombre del metro como el hombre que te busca.

Qué maravillosa ocupación salir a la calle contando los árboles, olvidado y tranquilo, contemplar los días que se marcharon y hacer balance de lo vivido, y nunca estar lejos.

Qué maravillosa ocupación estar muriendo y aprendiendo, deambular y zascandilear, regresar a la ciudad, ese tren ignorado y atroz, ordenar en el café los revueltos papeles y estar desorientado buscando rumbos propicios.

Qué maravillosa ocupación estar vencido o cautivado por tus labios sin propósito de enmienda, que mi pesadilla sea siempre el optimismo, ver el noticiero, irme soñando y venir de soñar, reunir debates, crispaciones, demagogias y hacer con ello fuego.

miércoles, 4 de enero de 2012

Eso que veníamos llamando Edén

Las siete y media. Todo en orden. Todo organizado en su debido tiempo, me digo poniéndome el abrigo. ¿En qué pienso en este mes confuso de niebla? Dicho así, incluso podría parecer ridículo. Mientras la ciudad bosteza, tras la oscura madrugada, me hago con la poesía completa de Federico García Lorca con la promesa segura de saberme privilegiado al trabajar con ella, en esta realidad hipotecada y triste. Atravieso las plazas y las calles y te busco, sin origen ni destino. García Lorca es el contorno preciso de tu rostro. Con Lorca las cosas adquieren otra luz. Alguien dijo, solo cuando dejemos de soñar estaremos realmente secos. Se sueña despierto, mil veces se ha dicho. Huele a madreselva y a castañas asadas. Pienso en ti vestida de enero y en tu forma de mirar el horizonte, en este mundo que se prende en las gargantas de las conversaciones. Sé que quedan días sin tregua que siempre volverán y el amor correrá por las arterias. Entre mi memoria y mi pupila tu nombre que me salva al otro lado de las cosas, me lleva en volandas adornándome las sienes. Ya somos dos, en tanta soledad, y en mi pecho se congela tu sonrisa a pesar de esta sociedad tan maltratada. Seguimos insomnes y asustados pues vivimos con el deseo de pasar una tarde más en el Edén. Y esto, sin ser mucho, es todo.

lunes, 2 de enero de 2012

Movimiento perpetuo

"La vida no es un ensayo, aunque tratemos muchas cosas; no es un cuento, aunque inventemos muchas cosas; no es un poema, aunque soñemos muchas cosas. El ensayo del cuento del poema de la vida es un movimiento perpetuo; eso es, un movimiento perpetuo" (Augusto Monterroso).

domingo, 1 de enero de 2012

Una isla propia

Me apresuro despacio acariciando las primeras horas y el mañana me sabe a salida de colegio, herido y extrañado. Pronto empezaré a dar clases en el IES. Seremos otros y más fuertes. Traigo las mejores palabras, las del Diario de André Maurois: "Todos los años, en este día liminar, yo tomo, como Buster Brown, estas resoluciones: trabajar, trabajar y trabajar. Rehusar toda tarea para escribir, no grandes libros (eso no depende de mí), sino los mejores que sea capaz de concebir". Mis sueños han sabido esperar en todas las esquinas y giran despacio como mis dedos en estas líneas que escribo, aunque imagino -ya se ha dicho alguna que otra vez- que no cambiaría un café o una charla (sublimes tareas) por la escritura de ningún gran libro. Pienso en mi gente al-pie-de-la-letra, en mi memoria que se enreda entre las manos. También en la gente furibunda, esa que no interesa pese a lo cual conservo algún sentido del humor (tengo que disimular pero podría escribir un ensayo bajo el título: Hay olvidos que provocan en mí una dejadez razonable). Qué mundo disparatado. Vivimos en una época jodidamente mala, de incertidumbre en cuanto al futuro, mientras pienso en volver a mi isla sin horas como Jack Shepard deseaba regresar a la suya. "Kate, no debimos salir nunca de la isla". Sé que aún me espera y sé que sigo vivo, aunque llegue tarde al fin del mundo. Todo te nombra.