sábado, 28 de enero de 2012

Ella estaba loca

Qué raro es todo algunas mañanas tendidas como ésta. La mujer, el encuentro con la mujer, culta de sus culturas, que me salva de nada. Quedo con X con cierta frecuencia pero hoy, con absurdidad, me confesó, con cierto grado de institucionalización, que está loca, pero que trata de ocultarlo. A mí me recordó a uno de los relatos de Juan José Millás, dicho sea de paso. -Pero, no es posible, mujer, le respondí. Si pareces una mujer con cierto equilibrio y una vida ordenada. Si no sueles farolear y lo que dices es verdad, yo lo habría notado. -Además, si uno aspira a ello, solo los locos no saben que están locos, añadí, con atención y ensimismamiento. Dije: -A mí no me importa, si sigues disimulando, por supuesto. Le desee lo mejor al marcharme de aquel café. La puerta sin puerta está abierta para todos, sea perfecta o imperfecta. Loca o no loca. Hubo un tiempo en que Joan Margarit se sintió Ernest Hemingway. Hoy yo quise, simbólicamente, sentirme Juan José Millás. Quizá es como ella dice. O quizá todos estamos un poco locos, espectadores y víctimas. No sé. Quién sabe. Ser claro y difícil, indefectiblemente. No hay otro camino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario