sábado, 14 de enero de 2012

La pequeña verdad

(Anotado ayer.) "Hay que recordar... Hay que recordar... Más alto, por favor. La música, digo. ¿Puede estar un poco más alta? Así, así... Sí, me acuerdo, me acuerdo muy bien. Esos que cantan son el Trío Calaveras, y la canción, un bolero, se llama Caminemos". Así comienza El viaje a ninguna parte de Fernando Fernán-Gómez, un libro, digamos, con muchos alicientes, que compro a mi amigo Néstor. A veces lo viejo es nuevo todavía. "Son dos euros", me dice el librero. Mi tendencia a decir siempre la verdad y el hecho de pensar que este libro no tiene precio, me hace murmurar: "No, creo que son tres euros en lugar de dos". El dependiente, pasajeramente, no paró de agradecérmelo y, por unos momentos, el mundo no se agrietó por los cuatro costados. Son razones, pequeñas razones que te reconcilian con el mundo. Luego, haciendo balance de la semana me da por pensar que hay dos batallas que son cada vez más difíciles: escribir un buen poema, y tomar un buen café con una mujer. Son una especie de utopía disparatada. Y, en ambos casos -pienso-, se conversa y se siente la vida con palabras semiolvidadas. Yo sigo esperando. Nadie existe sin un café que le avale. O sin unas palabras decisivas. Seguiremos en esa lucha, pues, de escribir buenos poemas, de tomar con mujeres buenos cafés de contagioso optimismo y charla amigable. A ver si la mantengo. Quién sabe. Muchas veces la poesía y las mujeres juegan a la imaginería del despiste como quien saca una espada. Nunca sabes lo que te vas a encontrar. Ya llego a casa con un aforismo de Alberti entre las sienes que bien pudiera haber firmado Luis García Montero: "En los zapatos de mi infancia duerme la arena ardiente de las dunas". Las tres de la madrugada. Tu nombre arde y arde. Debo tratar de dormir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario