miércoles, 4 de enero de 2012

Eso que veníamos llamando Edén

Las siete y media. Todo en orden. Todo organizado en su debido tiempo, me digo poniéndome el abrigo. ¿En qué pienso en este mes confuso de niebla? Dicho así, incluso podría parecer ridículo. Mientras la ciudad bosteza, tras la oscura madrugada, me hago con la poesía completa de Federico García Lorca con la promesa segura de saberme privilegiado al trabajar con ella, en esta realidad hipotecada y triste. Atravieso las plazas y las calles y te busco, sin origen ni destino. García Lorca es el contorno preciso de tu rostro. Con Lorca las cosas adquieren otra luz. Alguien dijo, solo cuando dejemos de soñar estaremos realmente secos. Se sueña despierto, mil veces se ha dicho. Huele a madreselva y a castañas asadas. Pienso en ti vestida de enero y en tu forma de mirar el horizonte, en este mundo que se prende en las gargantas de las conversaciones. Sé que quedan días sin tregua que siempre volverán y el amor correrá por las arterias. Entre mi memoria y mi pupila tu nombre que me salva al otro lado de las cosas, me lleva en volandas adornándome las sienes. Ya somos dos, en tanta soledad, y en mi pecho se congela tu sonrisa a pesar de esta sociedad tan maltratada. Seguimos insomnes y asustados pues vivimos con el deseo de pasar una tarde más en el Edén. Y esto, sin ser mucho, es todo.

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