lunes, 9 de enero de 2012

Una piedra en el corazón

Es agradable encontrarse en el Café Central de Gijón, con su triste belleza, intacta para el tiempo. Dejo lo frenético del viejo Madrid, me encamino a la calma de la lectura, y siento algo parecido a la felicidad, porque uno, como casi todos, a ratos es feliz. Decimos: "Todo corazón es secreto. Por otro lado los relojes no tienen corazón". Estoy terminando de leer Cajón de sastre, de Cela. Es el primer libro de Cela que leo. Asegura él en su prólogo lo siguiente: "En el Cajón de sastre -como en la mesa revuelta, título de otro libro mío de análogas y modestas lindes- cabe todo". Está plagado, en efecto, de fragmentos autobiográficos descritos de manera fresca y fragante: "El escritor piensa, con una honradez sin límites, que dos o, si ustedes quieren, tres mil libros son bastantes para saber las cosas que necesita saber la gente del montón". Este otro se me queda grabado casi sin que me dé cuenta: "Ya que no ser, aparentar. Ya que no cenamos, vayamos al café. O bien: finjo, luego parezco; parezco, luego para algunos soy; soy, luego sin duda alguna, existo. Todo es cuestión, realmente, de darle vueltas". Son muchos los registros de un hombre que sueña. Cela es un profesional de la lírica. Me recuerda, en este sentido, a Umbral (aunque con Nobel). Dice X que, en mis anotaciones, no paro de mencionar a Cela y a Umbral, que me lo tomo muy en serio. Pero es que son dos pesos pesados, sin arbitrariedades ni contradicciones. No hay literatura sin Cela ni Umbral. Para terminar el día, hago un homenaje a este último, bajo el título "Una piedra en el corazón": "El corazón. Por fin / una piedra en el corazón. Y basta. / Me miro hacia dentro. / El corazón nunca se vuelve / de piedra con el tiempo / (si acaso el tiempo le hace / aún más corazón). / Y uno va sintiendo el corazón / como un lago íntimo y revelador / en el que, de improviso, / cae una piedra de silencio y peso".

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