lunes, 30 de enero de 2012

Hasta que Casandra nos separe

Aún, airados, estamos a tiempo

de encender las antorchas

como enciendo mi pecho al verte,

como una dalia inimitable.

Dentro de poco te sentiré

de aula en aula

nadar en los pupitres más selectos,

tu nombre secreto en la pantalla del teléfono,

y me refugiaré, ahuyentando miedos y disfraces,

en un rincón de nuestro invierno.



Dentro de nada

nos arrastrará la marea hasta el café

aquel que escogimos

para restaurar los recuerdos,

para contar aquello que es sombra

y despertar al dinosaurio que ahí sigue,

con el dulce tintineo de tu risa.



Huérfano, lo siento así, el mundo

nada sabe del amor

si no se refleja en nuestros pasos.



A veces te dará por pensar

que estamos a tiempo, solos tú y yo,

de ser otros, lumbre ardiente,

con tu piel vestida de carnaval y madrugada,

hasta que lleguen las visiones

y los malos augurios,

hasta que Casandra nos separe.



Aunque todo tiene remedio.

Nada está perdido mientras tu taxi se detenga

sabiendo que estamos vivos, a pesar

del apocalipsis, los desastres, tanta espera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario