viernes, 13 de enero de 2012

La vida misma

Como Andrés Trapiello, confieso que hace tiempo (va ya para dos años) que llevo este diario íntimo, este trasunto de vida. Aunque no me resulte fácil, acostumbro a anotar con cierta regularidad los sucesos habituales, la riada de instantes cotidianos, darles esa grandiosidad que merecen, con vigilante coherencia y carga poética como hacen los autores a los que admiro. Explora uno, dicho sea de paso, sus sueños, sus ilusiones repentinas. Uno es, para decirlo con don Luis García Montero, el secretario de sí mismo, el que ordena el relativismo y la distancia (no siempre el protagonista de aquello que se escribe es uno mismo ni como uno mismo). Escribo cuentos, reseñas, preparo libros con mis poemas sentimentales, y aquí aparecen ciertos borradores deslavazados donde la gente entra y sale con pasos pacíficos. Como es sabido, la puerta está abierta para todos. Un diario es, más o menos, un hogar hacia la plenitud. Según Trapiello / uno mismo: "Sería absurdo obligar a nadie a que nos hiciera la visita ni retener a nuestro lado a quien se quiere marchar porque el que no quiere ir, nunca estará, y el que dice que se va ya se ha ido". Los leales y los adolescentes, la noche y la alegría, los insomnios y los deseos. Todo tiene cabida en este cuaderno de páginas en blanco. Al finalizar la tarde me acuerdo, para nombrarte, de tu sonrisa alógica que araña las ventanas y es uno de los míos. Mañana no será lo que Dios quiera.

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