domingo, 8 de enero de 2012

Sueño involuntario

Sueño castizo: estoy recorriendo la calle de Sagasta próxima a la boca de Metro de Bilbao donde compro Nuevo viaje a la Alcarria, de Cela. Vuelvo sobre mis pasos y entro en "La Tarde Libros", situada en Malasaña. Queda muy literario exiliarse en un sueño, y mis ojos ven más que los ojos humanos. Reanudo viejas amistades: Dostoievski, Vallejo, Cervantes, Quevedo, Thomas, Neruda, Joyce, Bloy, Arlt, Martí. Allí sueño que compro El río del olvido, de Julio Llamazares. ¿Cuántas veces habré hecho un trayecto como éste? ¿Cuántas veces, con mi carga de ilusión y desasosiego, me habré acercado en sueños a un lugar desconocido para pasar ahí solo unos ratos, preguntándome , cómo sería todo, qué gente conocería, qué regalos imprevistos me reservaría el azar? El encuentro con Julio Llamazares no sucede nunca sin consecuencias. Siguiendo con mi ensoñación -concentración de mil sueños en uno solo- me tropiezo contigo, espontánea y viva, y comentamos algunas de sus notas deshilachadas, mientras tomamos un café y un agua con gas: "Mi pasión viajera ha hecho nacer en mí una particular mirada del paisaje" (recito Escenas de cine mudo). "Andamos por la vida sin destino", dices que dice, aunque no estás muy de acuerdo. Es ya la alta noche, la misteriosa y rumorosa alta noche. La luna vuelve al trabajo, y nos lleva en volandas. Me despido de ti y tú sigues tu camino de nieve a donde todo termina. Se sueña, siempre y a todas horas, con los ojos abiertos. Quizá por la misma posible e imposible razón por la que se ama con los ojos cerrados y la voz en suspenso. Estemos donde estemos, tengamos lo que tengamos, siempre preferimos recordar lo que pasó ayer, hace una eternidad, lo que perdimos, o lo que no pasó nunca, en vez de disfrutar de las monedas del presente, que es donde vamos a estar el resto del tiempo. Sigo viajando y me deslizo, ya solo, por el asfalto como hacen los esquiadores acuáticos. Así de raros son los sueños. Otras personas viajan del mismo modo en dirección opuesta. Rebosan misterio y se ignoran. Otras van montadas en sus coches. El asfalto está lleno de viajeros que se resisten inexplicable y tercamente a encontrarse. Cuando la vida nos hace sonreir de amargura, cuando nada importa y todo es repetición de todo, vuelvo, en silencio, a la busca del río del olvido, a esa otra vida paralela, como se dice ahora. Paralela de mi vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario