viernes, 20 de enero de 2012

Los viajes del sueño

"Soy un viajero raro. Me gusta, por ejemplo, volver a los lugares en los que he sido feliz, eso que según todos los letraheridos jamás debe hacerse. Pues sí. Porque el aroma de la felicidad pasada es algo de felicidad y, además, qué mejor forma de sobreponerse a los recuerdos que sustituyéndolos por recuerdos nuevos?" Así comienza Martín López-Vega su Libre para partir, en su apartado "Memorias de alegría", y uno está de acuerdo en todo. Un poco de aquí y un poco de allá. Calles, olores, recuerdos que uno ha amado y ama pues, ya digo, esté donde esté, siempre estaré en esos lugares. Mientras duermo, mi corazón anda perdido por la Calle Rualasal, en Santander, presuroso y camuflado; o se va, navegable, al café d'Hauteville de París donde besamos a la vida besando nuestros labios, y después atraviesa el paseo de la Ría de Solía hasta llegar a la Travesía de Orense, en Astillero; o se sienta en la Plaza Cataluña, junto a las palomas, en una Barcelona hermosa y fría, que nos invitaba a guarecernos bajo su abrigo. "Mas, cada vez más honda conmigo vas, como un amor hundido, irreparable. A veces ola y otra vez silencio", se decía Gil de Biedma. Me entusiasma no olvidar los días de siempre, pensar en los días que vendrán. Sé que seremos otros y mejores. Las palabras escritas, como las dichas, se escriben con la tinta del café. Somos privilegiados. Pues vivimos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario