lunes, 12 de diciembre de 2011

V ó F

Salgo del exámen y a mí me llueve más que al resto, más incluso que a Verlaine (aunque no lo parezca). Al menos charlar con mis compañeras me da un poco de aliento vivo a los pulmones. V, F, V, F, el conductismo es lo mío. Digamos que las veinte primeras preguntas las puede uno tener bien. O no. O qué sé yo. El problema está en que a veces, ciertas veces, uno está asustado. Estar vivo quizá sea eso, estar asustado. Los miedos no son terribles. Lo malo es que el miedo a veces nos paraliza, nos impide tomar decisiones, participar de la realidad que vivimos y no eludir la responsabilidad que nos toca a la hora de transformarla. Eso es lo que me llevó a ser reservón (para mí una selva inexplorada), a dejar unas cuantas preguntas en blanco (tomado por el viento). Estos días uno está triste y urgente. No me gusta vivir con prisas. A veces lo hablo con mi entorno. Últimamente ando algo perdido, como decía el cantautor. Uno se mira hacia adentro y nunca se encuentra el alma ni nada que lo valga. Días de prisa en la cabeza. La gente vive anclada en su urgencia. Pero yo no. Yo no quiero las prisas. No son buenas cuerpo adentro. Escribo esto sobre el agua o sobre la arena, aunque estos días hay un Miguel Ángel Gómez que surge de las prisas, como digo / decía, con su miedo y su diciembre terco  entre la sienes (ése que será tuyo y mío). Llego a casa y me quedo haciendo balance entre mí mismo. Prisa o no prisa. Vendrán tiempos mejores, lo sé, y me traerán tus palabras que me salvan del naufragio, destellos de felicidad que se cruzarán por mi camino. Y me reconciliarán con el mundo. Como esta tarde.

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