Feroz e inhumano, el miedo intenta
controlarnos el futuro y la vida,
cada jazmín que nos atraviesa.
Y quiere distraernos, en esta sociedad
atomizada, borrar ciertos rostros y cuerpos,
cada promesa de una huida,
las veces que nos vestirá la madrugada,
cada instante de paz y su equilibrio.
El miedo nos desune, duerme en los portales.
Trata de marcar las sonrisas
al girar el rostro, cambia la tinta de los bolígrafos,
la piel que brilla con su luz de invierno
y nos rescata del temporal,
tanta espera,
la memoria y la pasión que tú y yo habitamos,
en qué orden aparece.
Y, ya sabes, iré a la calle,
ahora que nos queda todo por hacer,
pensando en ti, en nuestro regreso,
sin que el miedo malherido
me señale, me atenace,
me queme dentro del pecho.
El miedo no arderá de por vida
entre mis dudas. Hoy es siempre.
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