miércoles, 21 de diciembre de 2011

Ítaca en el British Bar

Cualquier sitio puede ser un lugar remoto, puede convertirse en Ítaca: París, Barcelona, Astillero... ciudades de nuestros adentros que lo son, en nosotros, por ser quienes han sido. También viajar es recordar a veces. Que todo sea igual, en fin, tan diferente todo. Eso es Ítaca, que es la escritura escribiéndose a sí misma, que es el escritor escribiendo sus ganas de escribir, como yo pinto ahora mis ganas de pintar. Lo más hermoso es siempre lo más inesperado. (¿Haiku?) Con pasajeros / miro la ventanilla, / y viajo solo. Ítaca puede estar en el British Bar del que habló Julio Llamazares, que es donde uno quisiera estar, con su viejo reloj de pared que preside la barra y en el que, milagrosamente, las agujas y el tiempo discurren al revés. "En el cais do Sodré, en Lisboa, hay un viejo café en que el tiempo no solo se ha detenido, sino que corre al revés. Mirando el reloj loco de Lisboa, el tiempo se me va de entre las manos y el pensamiento, ese reloj sin dueño, me lleva siempre lejos de allí". Siempre lejos de allí. Uno siempre está lejos ¿Lejos de dónde? No sé qué decirte; tal vez lejos de uno mismo, de todas las cosas que fue y de las que no será ya nunca. O sí. O qué sé yo. Puede que Ítaca se encuentre en las cosas que crees más necesarias, aquellas que te centran / descentran: la risa de alguien, ver dormir a la mujer que uno ama o planear una huida con ella, el brindis por el instante mientras la tarde cae, tu presencia que vibra en mi pecho soñando mundos mejores, hablarle a las olas ruidosas, agitadas. Quizá la suerte nos acompañe y quizá encontremos Ítaca algún día, ya verás. O no. Quizá viaje ya con nosotros, como el Bar British en el que nunca estuve (y a veces me acompaña), arrancándole las manecillas al reloj que nos mece, con ojos de pijama y luz de faro.



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