sábado, 18 de febrero de 2012

Nadie escucha

¿Cuántas vidas como la mía a mi alrededor con el vago consuelo de que cerca de nosotros existe alguien que podría cambiarlo todo por completo? Voy a caer por la mañana a Gijón y hago balance de forma sensata. En este mes he escrito, he vivido, he estado acompañado, he dado clase, he ido a Madrid, he vuelto. He sido aquel cuerdo y loco Quijano que salió al mundo. Y entonces llegó el frío y la nieve silenciosa. Supongo que vivir es ir doblando los inviernos. O quién sabe. Comienzo ahora la lectura, con ilusión, de Nadie escucha, de Julio Llamazares. "Últimamente hay demasiado ruido. Si de alguna manera tuviese que definir la época en la que estamos viviendo, sería como un tiempo en el que hay tanto ruido que nadie escucha a nadie, ni siquiera a sí mismo". Nadie escucha a nadie, tiene razón el autor leonés. Pero, a medida que pasan los días, tengo la extraña impresión de que tanto ruido y tantas dudas hacen que nos vayamos conociendo. Cierro el libro y me invento una calle: Calle de los significados. Y vuelvo a casa sin ninguna voz pues ya lo he dicho todo. Así te recuerdo yo, Alicia en mi país con la piel transparente y la voz discreta. Y en la palabra recuerdo, en la idea de recuerdo, siempre hay más de lo que hay.

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