sábado, 4 de febrero de 2012

El dominio del abecedario

Es ya de noche. Una noche oscura, fría. Acabo de empezar Diario, 1900, de Hesse. Había jurado descansar tras Bajo las ruedas, Demian, Siddharta, El lobo estepario, y sus relatos. Con Hesse me ocurre lo mismo que con Llamazares, con Umbral, con Maurois, con García Montero, con Sabato y con una veintena más de escritores de ese calibre. Me rindo ante ellos en libertad provisional. Subrayo: "Puedo felicitarme por mis aptitudes como poeta y no debe preocuparme mi futuro como autor. No imitaré a Niels Lin sin añadir una nota personal, y superaré en éxtasis a los más sublimes vieneses. Esto quiere decir: ¡Qué asco! Pero, ¿por qué habré estado estudiando a los neoalemanes y vieneses?". Entonces, me digo algo parecido: no imitaré a García Montero sin añadir mi invierno propio, y superaré en humanismo a Sabato a al viejo Benedetti. En esas ando. Luego hago balance del día. Café Cambridge, uno de los lugares donde mejor me tratan. Se me ocurren varios títulos a partir de Hesse: "Un tiempo osado y feliz", y "El dominio del abecedario". No están del todo mal, íntimos y amistosos. Pueden servir para un futuro libro de aforismos o anotaciones de diario. Improviso haiku, que titulo "Mi maldición y mi felicidad": Desigual vuelo, / como una mariposa, / sin objetivo". Comida en El Molinón, y luego escritura en soledad en que me miro a un espejo con niebla en esta época turbia, llena de desesperanza. Para finalizar el día traigo minutos de intemperie y, sin percatarme de ello, una frase de Novalis: "¿A dónde vamos? Siempre a casa".

No hay comentarios:

Publicar un comentario