Es ya de noche. Una noche oscura, fría. Acabo de empezar Diario, 1900, de Hesse. Había jurado descansar tras Bajo las ruedas, Demian, Siddharta, El lobo estepario, y sus relatos. Con Hesse me ocurre lo mismo que con Llamazares, con Umbral, con Maurois, con García Montero, con Sabato y con una veintena más de escritores de ese calibre. Me rindo ante ellos en libertad provisional. Subrayo: "Puedo felicitarme por mis aptitudes como poeta y no debe preocuparme mi futuro como autor. No imitaré a Niels Lin sin añadir una nota personal, y superaré en éxtasis a los más sublimes vieneses. Esto quiere decir: ¡Qué asco! Pero, ¿por qué habré estado estudiando a los neoalemanes y vieneses?". Entonces, me digo algo parecido: no imitaré a García Montero sin añadir mi invierno propio, y superaré en humanismo a Sabato a al viejo Benedetti. En esas ando. Luego hago balance del día. Café Cambridge, uno de los lugares donde mejor me tratan. Se me ocurren varios títulos a partir de Hesse: "Un tiempo osado y feliz", y "El dominio del abecedario". No están del todo mal, íntimos y amistosos. Pueden servir para un futuro libro de aforismos o anotaciones de diario. Improviso haiku, que titulo "Mi maldición y mi felicidad": Desigual vuelo, / como una mariposa, / sin objetivo". Comida en El Molinón, y luego escritura en soledad en que me miro a un espejo con niebla en esta época turbia, llena de desesperanza. Para finalizar el día traigo minutos de intemperie y, sin percatarme de ello, una frase de Novalis: "¿A dónde vamos? Siempre a casa".
No hay comentarios:
Publicar un comentario