domingo, 25 de septiembre de 2011

La velada

Me encontré a Lord Jim y a los Hermanos
Karamazov sentados en mi casa.
Hablaban de las noches y los mares.
Y Neruda escuchaba con la gorra
de marinero hundida hasta las cejas.

Ayer fue Ángel González quien vino a visitarme.
Y se bebió conmigo un vino de mi pueblo.
Me dijo que la vida es el instante
en el que hacemos pan o amamos fugazmente
a una mujer hecha de noche y de cristales.

Luego se nos juntó García Montero.
Había cogido un taxi y nos traía
la calle y el asfalto y confesó, feliz,
que había encontrado versos en ciudades
primigenias del viejo Lovecraft.

Azaústre corregía sus últimos poemas
y Machado, cansado y aburrido
buscaba en los estantes un libro de Unamuno.
La noche se poblaba de sales minerales,
de palabras y tinta y de papeles.

El mundo se hacía Dios en cada uno.
Y, siempre, como siempre, por las sillas,
o tirados, a veces por los suelos, Sthendal
Stevenson, Onetti y Alfonsina
rebuscaban estrellas en las losas.

Y, luego, como siempre, cuando el sueño
me ha venido a buscar, pacientemente,
acaricié sus almas y despacio
los volví a colocar hasta mañana
en la vieja estantería del salón.

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