Habito en mi propio reino de Oz
arruinado y magnífico,
camino,
quiero,
siento
con los ojos o con los oídos.
Despego mis labios
de los tuyos,
y me siento sereno.
Tomemos el último sorbo de Dylan Thomas
y salgamos afuera
con fuerza y esperanza.
Nada hay en esta ciudad
que no sepa a ciencia cierta
o no sea capaz de imaginar.
No hay pasado,
no hay voz estridente,
no hay malditas sonrisas,
no hay somnolientas sombras,
no hay olvido.
Charlemos.
Libro nuevo, poesía buena...
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