jueves, 2 de junio de 2011

Oda a Anna

A Anna,
único norte en el invierno.

Porque también yo he visto,
qué disparate,
gente que aborda los cafés
con rumbo indiferente,
como diciendo adiós.

Miro hacia esa oscuridad
en donde estás tú.
Te llamas Anna,
paseas tu italiano de Torino
por esta España breve.

Quisiera contarte en secreto
quién soy yo,
así, en voz alta,
me dirás quién eres,
te diré quién soy
como si nada.

Hagamos cuentas.
Todo el mundo está lejos.

Tú y yo
nos cogemos de nuestros ojos
fingiendo no mirarnos.
Perdón si me levanto
sin la resaca de un saludo,
será que somos soledades
desamparadas de cruzarse.

Sentirse pasajero, Anna,
no es fácil en tus ojos.
Murmuro:
Acércame la piel de tu periódico.
Tú te peinas en el espejo
de minutos profundos.

Supongo que no hay mucho que hacer:
cada uno de los dos es un poema.

Ahora
la vida va apurando
tazas cansadas, copas de etiqueta
y gabardinas hastiadas,
haciendo añicos sonrisas,
qué sé yo por qué,
y lo que dura
es como el mar o el fuego,
perecedero.

Me levanto tedioso
y te deseo suerte en mi interior,
la cita ya no tiene otro futuro.
Con tu certeza
abordas el café,
con rumbo indiferente,
como diciendo adiós.

1 comentario:

  1. Muy grande, Miguel!!! Dedicado a todos aquellos cuya sensación de vivir se la tragó el tiempo...

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