lunes, 13 de junio de 2011

Licenciado

Estación de tren. Hacia Oviedo. He de decir que me topé con una muchacha guapísima, distraída, contenta. Esto es un hecho. Unos veinticinco años, morena, ojos oscuros, pelo rizado, me recordaba un poco a X. Me quedé obnubilado y entre nosotros hubo una mirada de complicidad. Me ha sucedido incontables veces. Y seguro, claro, volverá a sucederme. Los trayectos de tren, con su traqueteo infalible, casi nunca me defraudan. Llego a mi destino. En la librería Cervantes me encuentro con que M. ha publicado una nueva antología de su poesía. Me extraña que los dos últimos poemas, inéditos, no estén medidos. ¿Cosas de la edad? Comprende uno de golpe que nada se comprende. Me dirijo entonces a Quijote. Recorro la librería despacio y mi insistencia me regala Lecturas para minutos, de Hermann Hesse. Leo: "No es mi obligación entregar a los demás lo objetivamente mejor, sino lo mío, tan pura y sinceramente como sea posible". Uno puede que no esté muy de acuerdo con ésto, pero es consciente de que lo hace cada día. Corrijo después estas líneas improvisadas en La Corte mientras se me ocurren algunos aforismos prescindibles:

EN mis sueños mando yo.

*

A menudo me quedo mirando en un punto fijo sin hacer ni decir nada.

*

BUSCO con desesperación una palabra que raramente encuentro, busco unos papeles que se han perdido entre la marabunta de escritos de mi cuarto; busco un amor que abra todas las puertas pero no aparece. Acaso estoy perdido, como ellos.

*

LA vida nos ha embarcado en el mismo trayecto. Estamos vivos.

*

SIÉNTATE a mi lado y te diré quién eres.

*


Por lo menos el día empieza, transcurre y finaliza igual de bien. A media tarde me entero de que al fin uno es Licenciado (no solo en Filología Hispánica, sino probablemente en clases de fe). Nunca es tarde. De modo que lo celebraremos pronto pues ni princesa sin amor ni amante sin princesa.

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