Tu rostro no es la luna,
pero ilumina mi corazón atravesando montañas y aguas.
Tan cortos son mis brazos que no alcanzan
a tocar tu pecho que está justo debajo de mis ojos.
Así como nada te impide acercarte a mí,
nada me impedirá llegar a ti.
Sin embargo, las montañas carecen de escaleras,
los ríos carecen de barcos.
¿Quién se ha llevado la escalera?
¿Quién ha destruido el barco?
Elevo una escalera de piedras preciosas y construyo
un barco de perlas.
Te echo de menos, a ti, que no encuentras camino para
venir a mí.
Han Yung Un, Su silencio, Editorial verbum, 2oo2.
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