lunes, 30 de agosto de 2010

IDIOMAS, de Luis García Montero

"Los poetas perseguimos el vocabulario de la realidad y lo convertimos todo en una metáfora de nuestras preocupaciones. Eso es lo que nos permite conocer el mundo en el que vivimos. Como el mundo está del revés, alcoholizado y maniático, le pedí a un experto que me diese clases particulares. Quería aprender su idioma. Las vacaciones son un tiempo oportuno para estudiar asignaturas pendientes.

Llegó el profesor y tardó poco en descubrir que soy un alumno torpe. En la primera clase, copió con buena letra una lista de frases que debía saber de memoria para moverme por la calle. Me llamo Luis. Soy español. Vivo en Madrid, plaza de la Constitución, 2, segundo izquierda. Me he perdido. ¿Dónde está mi casa? Son ahora las dos y media de la mañana. Te quiero mucho, amor. ¿Cuánto le debo a usted? Buenas noches. Estamos en crisis. No tengo dinero.

En la segunda clase, me preguntó si había hecho los deberes, y yo, de forma aplicada, repetí las frases, intentando bordar la pronunciación, con un voluntarioso esfuerzo de la lengua y los labios. Me llamo crisis. No tengo Luis. Son el segundo izquierda de la Constitución. ¿Dónde está mi te quiero? Mi casa vive en el cuánto le debo a usted. Soy ahora medio español, o español y medio, o un 2, o dos veces español por la noche, y un buen Madrid por la mañana. He perdido mi plaza, amor, y mi dinero.


Por los ojos aterrados del profesor comprendí que no me habían aprovechado las horas de estudio. Es difícil de entender el idioma de esta realidad. La sintaxis se parece mucho a la de siempre, pero el vocabulario se llena de falsos amigos. ¿Qué será de mí? Considerando el rigor científico de las previsiones económicas de los mercados y de sus analistas, quizás encuentre trabajo como experto en el Fondo Monetario Internacional o en el Banco de España".

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