jueves, 19 de abril de 2012

Orgullo de memoria

El planeta aminora su marcha frenética mientras pienso en Lorena y las sidras que aún nos debemos. "¿Quién te gusta? ¿Empieza por M?", me dice irónica. Recuerdo entonces la estrella más cercana que acapara mis sienes, sin dejar de lado la realidad, y participando de ella. Continúo con la lectura ineludible y terapéutica, que limpia las heridas. Esta vez con El jinete polaco, de Antonio Muñoz Molina, que me recomendó hace pocos ratos una cara frágil y conocida. En esas estamos. Le doy vueltas también a "El color del mundo", tratando de buscar una sensibilidad nueva en el alumnado. La solidaridad es, al fin y al cabo, precaria. No tenemos esa empatía que debiera definirnos como seres humanos. Y es invierno sin duda. Hay un estrépito de olvido y se nos van, con facilidad, hechos y emociones desmadejadas. El recuerdo estalla como una supernova. Pero aquí todo tiene remedio. A veces Peter Pan grita en nuestras gargantas y Alicia, dueña de nuestros suspiros, se esfuerza porque la acompañemos al País de las Maravillas. Soy parte de Hogwarts como soy el hombre que te observa. Toda la lluvia va a dar al breve hueco de tus manos. Nos rebelamos para soñar despiertos con la luz etroboscópica y la paz de tu sonrisa. Con unas sidras. Y, como el cantautor, creo en mí. La historia no ha terminado. Y sé lo bien que van a ir las cosas. Sé que abriremos una ventana a la esperanza para salir volando. Porque el viaje no se acaba. Y nunca será tarde.

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