lunes, 30 de abril de 2012

Los días contables del pasado

Estos días son largos. Ensayo, ilusionadamente, los primeros escritos de La luna en el British Bar, un libro sobre mi memoria, sobre mirarse al espejo, sobre las cicatrices del tiempo, sobre Astillero y las lunas involuntarias que nos iluminan en cualquier parte, aunque las agujas del reloj corran, disparatadamente, al revés. Todos los escritores llevamos un lector apasionado y adolescente (uno lleva dentro Escenas de cine mudo, La belleza convulsa, Cajón de sastre). Habrá en la novela anécdotas que contendrán una puerta mal cerrada, un estrépito de ciudad entrevista, un gesto de una muchacha en un tren de cercanías, el color de tu risa que apenas si se deja ver, imágenes distorsionadas por el foco del recuerdo. Somos otros y somos aquellos. Todos tenemos otro yo que está del otro lado de uno, sea cual sea el lado en que uno está, como dijo el cantautor catalán. Y lo confieso: intentaré no colgar nada en "Fantasmas hospitalarios", solo se lo iré enseñando a mi amiga A., nebulosa de mis escritos, fragilidad imparable e impagable. Ella me ha enseñado mucho de lecturas extraviadas, sabe hablar muy bien de la vida y de las cosas importantes. Y uno se sabe privilegiado. Bienvenida, luna del British Bar, donde nunca estuve y a veces me ilumina. Estoy asustado. Aún sigo vivo. Y con todo por hacer. Manos a la obra.

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