viernes, 27 de abril de 2012

Eternamente joven

Me hago en una librería de viejo con Eternamente joven, una de mis películas de infancia que nunca me cansé de ver. Aún me veo frente al Cine Ayala, quizá en 1992, a pesar del frío, con la mirada ausente, observando el cartel: Mel Gibson, un heroico piloto de pruebas, al servicio de un peligroso experimento jamás realizado. Mi memoria sigue vagando entre las butacas del Cine Ayala. Buscándote. Aquel niño que fui (y que sigo siendo) vaga ahora por las calles de una ciudad muy lejana en la que, en lugar del cine, han abierto un spa-fitness. Cierto que aún escucho el B25s de Daniel McCormick despegar, y volar alto (o lo que sea). Los ojos se me iluminan solo al echar un vistazo al argumento: "El piloto de pruebas Daniel McCormick se encuentra en el mejor momento de su vida. Tiene un trabajo perfecto volando un B25s, un verdadero amor, Helen, y un amigo y confidente de hace años. En verdad, lo tiene todo. O casi todo. A pesar de su habilidad para enfrentarse al peligro, no tiene el valor para proponerle a su novia el matrimonio. Siempre decide esperar a mañana... pero en un terrible instante una tragedia golpea inesperadamente a Helen y ese mañana desaparece". Dejo a un lado la película y recuerdo entonces las palabras, frescas y perfumadas, de Patri: "A ti te gustan todas las mujeres". Y, a través del foco de la memoria, imagino que no es así. Siempre he sido, curiosamente, hombre de una sola mujer. De mi Helen particular. Algunas veces, todavía hoy, pienso en el Ayala. Aún seguimos vivos y, anegado por el sueño, tengo nostalgia del futuro. Ya está casi todo listo. Todo empieza en ti. Y que no me entere yo que ese mañana mío desaparece.

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