lunes, 31 de octubre de 2011

Quimera

Cada cual lleva a lomos una enorme Quimera, como decía Baudelaire. Ella rodea al ser humano con sus músculos elásticos y vigorosos, pero nadie se siente contrariado por llevarla colgada de sus cuellos o pegada a sus espaldas. Salgo a la calle, apacible e insignificante, a pesar de esta maldita tos que ha decidido atrincherarse en mi pecho y me achica los pulmones. No me impedirá, no obstante, ir a Gijón y escuchar a la calle Adaro jadear con su ronroneo monótono. El presente es solo un puente, se decía no sé qué escritor. Después de comer le doy palmaditas en la espalda al camarero, tras concederle un diez, y me dispongo a leer Trópico de Capricornio, del escritor estadounidense Henry Miller. Subrayo: "Solo existe una gran aventura y es hacia dentro, hacia uno mismo, y para esa ni el tiempo ni el espacio a los actos, siquiera, importan". Importa solo tu sonrisa optimista como el viento que me persigue hoy a breve distancia (pienso ahora). Importa que me importes (aunque tú no lo sepas) y tu nuevo portátil que es una caracola, con el sonido de las playas que nos acercan. En pleno caos y con absoluta certeza, llevo mi Quimera a lomos si te miro y te tengo entre mis sienes. Sigo vivo.

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