miércoles, 12 de octubre de 2011

Concha

Pienso poco en I, y charlo con N que me tiene encandilado, y escribo un haiku y otras composiciones mujeriegas: "Me consoló / la sonrisa que arde / en tu desnudo"; "El deseo no existe / más que tras tus andares. / Poesía eres tú"; " La vida espera / de ti y de mí el gesto / de nuestro beso". Luego recibo a L. recién llegada en Alvia de Madrid, mi Madrid querido, el de mi sangre y mis huesos, el de mi amigo Néstor, el que echo en falta más de lo que debiera. Hablamos de esto y de lo otro. De Milongas y de sueños presentes (que es donde nos quedaremos el resto de la vida). Nos vamos aproximando al Hotel Begoña Park entre cerveza y sonrisa pues en nuestros rostros están prendidas todas las sonrisas de hombres y mujeres que bailaron entre hogueras. Uno tiene, después, el privilegio de charlar unos ratos con Concha. Concha es una gran persona. Compartimos nostalgias, aire y algún que otro referente. "Es un orgullo conversar contigo". "Es un privilegio que me leas". Son minutos de enseñanza y aprendizaje. Recuerdo una cita de Borges que olvidar no quiero: "Hay una dignidad que el vencedor no podrá conocer". Ya de camino a casa escribo un poema pensando en Concha y en el café pendiente que nos queda, que espero que llegue más pronto que tarde. Se titula provisionalmente "La tristeza es un asunto de impertinencia", y habla como decía el viejo Benedetti y mi nueva amiga, de no quedarse quieto al borde del camino, del poder de la resistencia en tiempos convulsos. Dice así: "La tristeza es un perro enorme, / rugiente de impaciencia, / que a mí me parecía / feroz, y que se convirtió / en mi enemigo. / Para peor, las pocas veces que lo veía, / el pobre animal me gruñía / casi por compromiso, / pero en cuanto advertí / que estaba atado a una cadena, / entonces yo también / -en un signo de cobardía / de que tengo memoria-, / me decidí a gruñirle, / y aunque mi alarde resultaba / una caricatura, / debo admitir que no contribuyó / a mejorar las ya / deterioradas relaciones". Emocionante día al abrigo de otras miradas. Gracias mil.

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