domingo, 30 de octubre de 2011

Orgullo de escritor

Es tan desgraciado porque todos le comprenden enseguida, que es la frase cogida al vuelo. Esta mañana preciosa, leyendo la prensa en el café luminoso, me encuentro con una entrevista a Luis Alberto de Cuenca, que leo con interés, en la que el poeta dice: "El dolor humano es el que hace posible la literatura", lo que a mí me trae a la mente la siguiente frase de André Maurois, "La literatura se hace a base de duda y de angustia". Continuo leyendo entonces al escritor madrileño, con ojos encendidos: "Hace 12 años tenía 33.000 libros. Ahora serán ya muchísimos más". Uno tiene que conformarse con tener tan solo unos cientos -pienso para mis adentros dando un sorbo a la tazá de café-, con ir tirando de cuando en cuando alguno para que no se amontonen, y tener algo de espacio. No siempre será así. Sigo con el periódico, desconcertado y torpe, y doy con estas curiosas palabras de un desconocido por mí muy conocido: "Leo mucho y vivo poco, apenas tengo experiencias vitales, pero les saco partido". Yo, al contrario, vivo mucho y leo lo que puedo (que no es poco). No cambiaría yo -ya te lo dije- un  ciento de páginas bien trabajadas por una tarde con un lector/a o no lector/a, que te tienda su brazo a la luz infinita de una charla, entre brindis y guirnaldas. Me repito otra de las frases de Maurois que a mí me gusta repetir con tu imagen inconsciente ardiendo en mi pecho: "La circunstancias hicieron de mí un escritor, no un sabio". Como casi todos los hombres me reconozco en el espejo, tengo ciertas pasiones y debilidades detrás de mis párpados. Como casi cualquier hombre soy un priviegiado sin desgracia alguna: nadie me comprende.



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