miércoles, 26 de octubre de 2011

Pequeñas cosas

Pocas cosas que contar. Hoy escribí tu nombre en todos los pupitres y seguí pensando en la esencia de tu perfume, que me trae tu risa. Conocí luego a A. y E, dos personas transitables, y eso me reconcilia conmigo y con el mundo. Charlamos de esto y de lo otro. Y nos pusimos de acuerdo. Y lo mejor de todo: hice un nuevo ídolo, que se suma a I., esta vez Gardner, quien pensaba que hay tantas inteligencias como olas en el mar, todas son distintas y todas son igual de válidas (lingüística, espacial, musical, intrapersonal...). Escribo de vuelta unos versos para mí y para mi entorno, de esos despistados que nunca verán la luz: "Seguramente / uno puede morirse / por lealtad, / por la duda de una mirada, / por el rumor de un verso / que nadie leerá sin vértigo, / por un cuerpo desnudo, / por el sigilo de un secreto, / por vergüenza, / por una cita cansada". Cansado llego a casa con la certeza de tener una frase que poder decirte irremediablemente: Tus labios o la vida.

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