lunes, 3 de enero de 2011

Trayecto

(10:15 de la mañana) Tomo nota: en el tren de cercanías, un hombre extravagante, de unos cuarenta, relativamente alto, iba leyendo a mi lado un cómic cualquiera, mientras enfrente una niña de ojos azules, de unos doce o trece, devoraba como sedienta los Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Pablo Neruda. Y en este hecho yo veo un cierto alivio, un pozo de  esperanza. Y me da por pensar que no todo está perdido. Luego, por casualidad, me encuentro unas palabras de Miguel Torga que podría haber firmado yo: "Soy un hombre de aire libre, y mi poesía no tiene nada que ver con autógrafos ni con el fondo de los cajones. Es un golpe de viento en lo alto de la serranía, a la que subo a ver si consigo oxigenar mi sangre y mi vida".

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