jueves, 20 de enero de 2011

Avilés

(11:30) En Oviedo, con su lento amanecer, a la espera del Alsa, pero ésta debe ser mi segunda o tercera hora en Avilés. He enviado por delante mi cabeza desdibujada, que andará abordando sin alma algunas calles, secretamente. Las razones por las que uno viaja suelen ser diversas, pero una de las más habituales es no tener ninguna razón. Llego, dudoso, a mi destino fijado y mi alma recupera su cuerpo. Éste me indica una librería de viejo llamada "Llanoponte" y me incita a comprar Utopía, de Tomás Moro y El diario de los viajes, de Gaspar Melchor de Jovellanos. "En la ciudad escucho preguntas donde otros solo oyen silencios", me digo para mí. Y es que cualquier sitio puede ser un lugar cercano. Pero ¿dónde está Avilés? Me resulta todo cambiado y no cambiado, tanto como uno mismo. La Fuente de Los Caños y Calle Rivero, Plaza del Carbayedo, Parque de Ferrera con su variedad de pinos y con sus bancos impacientes, el murmullo de algún borracho: En boca cerrada no entran moscas. Por las calles, perdido, un océano de notas de acordeón que vagabundean como viajero, y el rumor de la vida no cesa bajo un cielo luminoso como aquel de nuestra infancia. Un paisaje alquilado, familiar, que guardaré para siempre bajo mi piel: otra vez de viaje con tu sonrisa prendida en mi mente. Otra vez en Avilés, acaso por primera vez.


 

2 comentarios: