miércoles, 12 de enero de 2011

Playa de Ereaga

(12:40, en el Alsa) Como ya apuntó alguien: “Lo que uno no sea capaz de ver en una esquina de la propia calle no lo verá en una de la Quinta Avenida”. Me dirijo a Gijón en una mañana luminosa, sin manto de nubes, y con el pensamiento en otra parte, en el Balmes o en el Belvedere de Mallorca, o quizá en Getxo. Trataré de buscar en la playa de San Lorenzo la fiesta del oleaje de la de Ereaga y su puerto viejo, que tanto te recuerda. Caminaré por la calle de los Moros y será como estar en casa, como regresar a la Gran Vía de Bilbao, feliz y nervioso. Iré a Mazarredo y luego me entretendré escribiendo anotaciones en Artea para el futuro que es hoy. “A lo largo del camino, paramos, seguimos, nos desviamos de la ruta, estamos aquí y allí”, dice Javier Rodríguez Marcos en su libro de andar y ver, Medio mundo. Y es que acaso lo mejor debiera ser no evitar demasiado la rutina. Por eso estoy aquí y allí, me digo. Y te veo en una esquina de la calle, casi inexplicable, o en la mesa de al lado, en el Café Central, con tus ojos que me tienden su azul cercano, mientras recuerdo (junto a Jenaro Talens) que todo es “soñar dentro del sueño / cuando ya el sueño ha terminado”.

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