La imagino, todavía hoy,
necesito un alma de papel
que mire mis manos
sin ningún viento,
un alma de ninguna parte,
todo ardor juvenil.
Un alma mal correspondida,
vestida de tragedia
y expuesta a la intemperie.
Miro el reloj,
y somos de donde nos alumbra
el candil.
Un alma de alfabeto,
eso necesito,
un alma de luz de mayo
que arañe mis pulmones.
Y nada más.
La tarde será nuestra,
necesito un alma de papel
de blanco silencio
que asalte mis días
temblando entre la niebla,
continuada y delirante.
Nada más.
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