martes, 5 de junio de 2012

La desconocida

Nunca sabré qué hacías allí,
sola, con la maleta, en la estación
de Les Gobelins,
ni por qué sonreías.
Imagino que bajas
en Le Peletier,
que coges una abitación
en el hotel que acabo de dejar,
quizás junto a la mía,
que no he marchado aún,
que nos cruzamos en la escalera y,
cosas del azar, acabamos
encontrándonos en el rincón raro
del jardín de Navarra,
y hablamos, y nos vamos a cenar,
y ya se sabe, en esta ciudad
hay una leyenda con la que cumplir...
Pero ahora andarás por ahí,
pongamos que estés en el puente
de l'Alma
viendo el crepúsculo (perdona
que me ponga romántico)
mientras yo lo contemplo
desde el avión,
casi ya en Asturias.
Y no sabrás
-ni te preguntarás siquiera-
por qué te ha llevado el destino
(sí, el destino y no tu capricho)
a París en Abril. Y yo
no soy adivino, ni mago,
pero sé que si estabas
en aquella estación en aquella hora
era para que yo
escribiese este poema.

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