sábado, 20 de agosto de 2011

Somos un amanecer

Me despierto con la luz matutina de C y con su sms a las 6:30 a.m. "Creo que te gano por goleada en cuanto a amaneceres... Va el cuarto en esta semana". Y no le falta razón. Esta semana me he dedicado a poner nombre a los atardeceres. La diferencia está, básicamente, en que éstos son a las 7 de la tarde. Quedo con D para tomar algo y me lleva al café La Viña, a un tiempo que pienso y le doy vueltas a mi encuentro de ayer con E: el caso es que uno se sintió lúcido y vivo. Escribo un haiku, para variar: "Bebo en tus ojos. / Vengo y voy, vuelvo y digo / mas bien contento". Luego me da por pensar que la vida es ancha, pasa y sigue, mientras hago balance de lo vivido y continúo trabajando la poesía de Gabriel Celaya que tan buenos resultados me está dando: "Uno va, viene y vuelve, cansado de su nombre: / va por los bulevares y vuelve por sus versos, / escucha el corazón que, insumiso, golpea / como un puño apretado fieramente llamando, / y se sienta en los bancos de los parques urbanos, / y ve pasar la gente que aún trata de ser alguien". Cierro el libro. Y aún trato de buscarte entre la tristeza del hombre. Sé que es duro estar solo. Pero sé que estás ahí al fin y al cabo, con tu smoking de ángel, aferrada a mi garganta.

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