jueves, 3 de febrero de 2011

Aquel París

Compro la Selección de mis versos, de Carlos Bousoño. Le echo un vistazo. Luego saco en préstamo Lugares en el tiempo, de Jean Améry (o Hans Mayer, según se mire). Todo el mundo conoce la ciudad aun antes de conocerla, dice. Calles, calles. Boulevard Saint Germain, rue de deux Écoles, rue Condé, rue Racine, rue Dauphine, rue Gay Lussac, rue de l’Estrapade: calles que configuran una ciudad o una pequeña ciudad, el minúsculo Barrio Latino, en donde tiene su patria el espíritu de París o el espíritu por antonomasia. Calles que son mejores que cualquier hogar para aquel que guste de caminar. Cierro el libro. Regreso a aquel París detenido en 2oo5. Antes de pasear por sus calles y habitar contigo el Café d’Hauteville, anoto la siguiente idea en mi diario: Para escribir de la memoria dudosa debiera escribirse del camino recorrido tibiamente, de soledad y tarde, de las citas rotas, de los labios rotos también, de nuestras deudas y sus porqués.


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