miércoles, 2 de febrero de 2011

Asfalto

Hoy ha sido un buen día en Gijón, como siempre acostumbra a ser. Hojeo la prensa en el café Cambridge. Ganas de estrenar el "tren-tran": tranvía que circulará por Avilés en poco más de un año y que a mí me transportará, casi sin quererlo, al viejo Bilbao o a la añorada Lisboa. "Menos contaminante, más rápido y eficaz" se nos advierte en el artículo (aunque uno lo que quisiera es que fuese lento como este café o esta frágil ilusión). Leo Destellos de vida, las memorias de la primera esposa de Stefan Zweig, Friderike. "No soy capaz de imaginar meta y satisfacción sin una sensación cómica de fusión y entrega", dice el 26 de octubre. Y yo lo suscribo. Doy un espléndido paseo por la Avenida de la Constitución, donde me encuentro con la Calle Adaro, a medio asfaltar. A esa calle le debemos Nerea y yo la mayor de las felicidades. Y entonces uno siente la necesidad de volver, de verte caminar conmigo una tarde, en invierno. Y me digo simplemente ¿Podrán asfaltar algún día aquella sensación de calma? Excelente pregunta, que no necesita respuesta. Ya cuando cae la noche, hago balance del día, y anoto esta frase: "Tengo un fuego que nunca se apagará en la nieve".



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