miércoles, 9 de febrero de 2011

Ahí está

Vuelves a los viajes. Vuelves al mundo. Todo está afuera. Nada hay en el interior. El día es lúcido como un pensamiento y tiene la anchura de una nostalgia. Lo que el mundo es, ahí está, dijo alguien. Los secretos del universo, la perezosa felicidad arden en la hoguera del día. Entonces concluyes tus lecturas más próximas. Te enciende la mirada de una muchacha en el café Central, ya sabes, breve y frágil.
Lees:
Alguna cosa ha entrado
en un poema que sé
que he de escribir, y no
sé cuándo, cómo o qué
querrá expresar. Si puedo
lo guiaré hacia ti.
Que diga tus cabellos
o la escama de sol
que te tiembla en la uña.
Pero quizá no siempre
tendré del todo en cuenta
lo que ahora veo en ti.
He oído el son oscuro
de algo que se me cae
a un pozo. Cuando flote,
¿sabré reconocer
que viene de este instante?.

Cierras el libro que queda eternamente abierto para ti. Nunca te cansas de leer a Gabriel Ferrater. Ya estás de vuelta, en el tren de cercanías, con la dicha en los bolsillos. Traes el desconcierto de una vida. Y unos ojos de mujer.

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