lunes, 21 de febrero de 2011

Dulce y amable

De golpe, la lluvia quiere que la escuche tras los cristales, y yo me deshago en ella. Una muchacha me observa durante el trayecto. Es alta y morena y delgada y adolescente. Me observa, incólume, mientras escribo estas líneas y hago mis planes. Cuando desciendo del tren aún llevo sus ojos conmigo, como un candil en la nada. Camino por la calle entre la gente. La ciudad huele a tierra mojada, a cafeterías, a neumático, a cine, a plazas abiertas, a jazmín fuerte que combate las heladas. Sigo con Franz Hessel: “Quiero volver a mirar la ciudad en la que vivo como lo hice la primera vez o encontrar la forma de volver a hacerlo”. Mi rostro amanece de gris y azul, salto algunos charcos y entonces miro el mundo con tus ojos, buscando la senda que lleve a ti.

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